viernes, 14 de agosto de 2015

Un dibujo en el espacio


Terezín era una ciudad que distaba 65 Km al norte de Praga. En el gueto judío se hacinaban decenas de miles de personas, en unas condiciones de extrema dureza.

Malvivían 15.000 niños, desconcertados y asustados por lo que veían. Sus adultos, en un alarde de entrega e inteligencia, idearon un plan de educación y terapia clandestina, que incluía clases de dibujo con Frield Dicker-Brandeis, una conocida pintora. Entre 1942 y 1944 se realizaron miles de dibujos, en los que los niños judíos podían plasmar sus miedos.

En estos enlaces pueden encontrar información adicional al respecto:



Había un continuo trasiego de trenes que iban llenos y volvían vacíos. Su destino era Auschwitz.

A finales del año 1943, corrían por todo el mundo noticias sobre la existencia de campos de concentración y de exterminio, en los que las SS estaban masacrando a la población judía. La propaganda nazi eligió Terezín y disfrazó el gueto, transformándolo en un lugar distinto, saludable, armonioso y feliz.

Tardaron un tiempo: lo primero que hicieron fue aumentar la frecuencia de los trenes de la muerte. De esta manera, el gueto pronto tuvo una densidad de habitantes mucho menor. Después, fabricaron cafés, escuelas, comercios, la mayoría falsos, pura fachada, y llenaron el espacio con flores. Cuando todo estuvo listo para la representación, el 23 de julio de 1944, acudió un comité de inspección de la Cruz Roja. Se hizo un vídeo, en el que se mostraba el verdadero trato que el gobierno de Hitler dispensaba a los judíos. Fue un día, otro más, de la infamia.   

Cuando terminó la representación, volvieron los trenes. Cada vez con mayor frecuencia. Casi todos los 15.000 niños murieron en las cámaras de gas.
Sin embargo, la profesora Dicker-Brandeis había enterrado una maleta con miles de dibujos infantiles, mudos testimonios del horror.
Mientras tanto, en Praga, los nazis habían diseñado otro ejemplo de propaganda. Éste muy distinto.


Praga tiene una comunidad judía importantísima, milenaria. Su cementerio judío es un lugar increíble, en el que miles de lápidas centenarias se apilan formando túmulos de piedra, como frutos ennegrecidos de la tierra. Su disposición se debe al hecho de que los judíos pronto se quedaron sin espacio para enterrar a sus muertos, y optaron por echar más tierra encima para continuar con las inhumaciones. Este lugar ha dado nombre a la última novela de Umberto Eco: “El cementerio de Praga”. Dispone también de varias sinagogas, y de un barrio judío, el “Josefov”, en el que se mantienen vivas imágenes como la de un Franz Kafka pensativo, o la presencia incorpórea del Golem.
Si se conserva se debe a que los nazis decidieron crear un museo de la raza judía, un lugar en el que mostrar las peculiaridades de una raza que habían exterminado de la faz de la tierra. Trajeron objetos robados de sinagogas y guetos de toda Europa, y se dispusieron a exponerlos como trofeos.
Hoy el barrio, el cementerio y las sinagogas, conforman lo que se conoce como “El Museo Judío de Praga”. En la segunda planta de la sinagoga Pinkas se exponen los dibujos de los niños de Terezín. Todos los niños habían muerto en una cámara de gas. Es sobrecogedor.

Epílogo:
La tripulación del transbordador Columbia STS-107 permaneció en el espacio 15 días, 22 horas y 20 minutos. Uno de sus miembros era el israelí Ilan Ramón, el primer judío en llegar al espacio.
Como homenaje, Ilan llevaba la réplica del dibujo de un niño, Petr Ginz, que en Terezín había dibujado un paisaje lunar. Lo hizo "para cumplir los sueños de un niño que se vio obligado a vivir entre los muros de un ghetto y para rendir homenaje a todas las víctimas del holocausto".
Es el 1 de febrero de 2003. Faltan 16 minutos para que aterrice el transbordador. Se produce un accidente. Un panel se había desprendido en el despegue. La nave se deshace.
Todos los tripulantes fallecen. El dibujo se desvanece. Quemado.


Antonio Carrillo Tundidor

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