lunes, 25 de julio de 2011

De túneles, fronteras, nanas de la cebolla y una anciana.




De túneles

Los Túneles de la M-30 son un entramado de túneles que forman parte de la principal vía de circunvalación de la ciudad de Madrid. Se inauguraron hace cuatro años.

Su longitud total es de 43 kilómetros; forman la mayor red de túneles urbanos de Europa. Hablamos de una obra faraónica, que ha soterrado todo el tráfico en las cercanías del río Manzanares. Se han construido para ello las dos mayores tuneladoras de la historia. En este proyecto todas las cifras son desorbitadas: el espacio ganado al asfalto y al ruido se ha configurado como un gran corredor ecológico, con 33.623 nuevos árboles, 470.844 arbustos y 210.898 metros cuadrados de césped.

No sólo hay naturaleza; también se disfruta de lugares únicos, como la "Playa Urbana". Consiste en tres recintos acuáticos de forma ovalada en los que se alternan diferentes efectos: láminas, chorros y nubes pulverizadas de agua. En los calurosos veranos de Madrid es muy reconfortante pasear descalzo y empaparse de agua fresca. Todo el entorno del Manzanares está repleto de jardines, parques y atracciones.



Una de las ventajas más importantes del proyecto ha sido recuperar para los ciudadanos algunas de las zonas más hermosas de Madrid. No en vano, incluye edificios como el Palacio Real, el mayor palacio de Europa Occidental, con 135.000 m² y más de 3.418 habitaciones; o el puente más antiguo de Madrid, el Puente de Segovia, mandado construir por Felipe II en 1584 y diseñado por Juan de Herrera, el arquitecto que construyó El Escorial.





Bonito ¿Cierto?

Les propongo un viaje. Vamos a ir a lugares más oscuros, a tiempos de rabia y miedo. Pero si acaso están de visita por Madrid, y visitan la orilla del Manzanares, recuerden...


Fronteras

En nuestro viaje hemos retrocedido en el tiempo, casi 80 años. Nos encontramos en 1935, y no hay túneles, ni parques de recreo, ni apenas coches.

Dos personas jóvenes bajan caminando por la calle Segovia; un hombre y una mujer. Son muy distintos: el hombre fue pastor de cabras, y comienza a ser conocido como poeta en Madrid. Ella es profesora de filosofía; una de las discípulas predilectas de Ortega y Gasset y de Xavier Zubiri.

María Zambrano y Miguel Hernández caminan hasta el puente de Segovia, junto al río Manzanares y se sientan junto a su orilla. Hablan de poesía, el tema predilecto de ambos. No saben que su mundo está a punto de morir a sangre y fuego. Ni que las piedras centenarias del puente están cercanas a ceder ante el empuje de la dinamita.

De nuevo un salto en el tiempo, sólo 4 años. España agoniza bajo el peso insoportable de una guerra civil. El puente de Segovia ha sido, en efecto, destruido. Madrid ha caído. María Zambrano huye de España por la frontera francesa. Es una lúgubre procesión de miles de personas, perdedores todos de una guerra horrible. María cruza la frontera en coche, pero adivina un rostro entre la masa, la de un poeta. Se trata de Antonio Machado, un antiguo amigo de su padre. El hombre camina encorvado junto a su anciana madre. Lo acompaña, entre otros, Joaquín Xirau (quien sería el traductor de la "Paideia" de Jaeger). María Zambrano le invita a subir al coche, pero el poeta se niega; rechaza coche y ambulancia; quiere cruzar a pie esos últimos kilómetros. Según algunos relatos no contrastados, María se baja del coche, y camina junto al maestro. Cruzan la frontera juntos. Miran atrás al cruzar la línea.




Antonio morirá al poco tiempo, con el cuerpo y el alma rotos por la guerra. María inicia un exilio de más de 40 años. Publicará enseguida un breve ensayo con el título "filosofía y poesía".


Nanas de la cebolla

Miguel Hernández ha conseguido huir a Portugal, pero la policía de Salazar lo ha detenido y lo entrega a la Guardia Civil. Ingresa en la prisión de Sevilla, y posteriormente en Madrid. En 1940 se le condena a morir fusilado, pero la intercesión de sus amigos permite que se le conmute la pena a 30 años de cárcel. Es trasladado al reformatorio de adultos de Alicante, en donde contrae una bronquitis, que se le complicará con tifus y neumonía.   A las cinco de la mañana del 28 de marzo de 1941, con apenas 31 años, fallece el "pastor poeta". Su muerte pasa prácticamente inadvertida.

En Madrid, se proyecta la reconstrucción del Puente de Segovia.

Poco antes de morir, Miguel ha recibido una carta de su mujer, en la que se queja de que sólo dispone de pan y cebolla para disfrazar al hambre. Miguel le escribe un poema terrible a su hijo de 8 meses, a quien sabe que no verá jamás. Utiliza papel higiénico para escribir, y su verso es sencillo y doloroso, honesto y profundamente humano.

Sobre papel higiénico se escriben algunos de los versos más bellos jamás escritos en castellano:



                                   La cebolla es escarcha
                                   cerrada y pobre.
                                   Escarcha de tus días
                                   y de mis noches.
                                   Hambre y cebolla,
                                   hielo negro y escarcha
                                   grande y redonda.

                                   En la cuna del hambre
                                   mi niño estaba.
                                   Con sangre de cebolla
                                   se amamantaba.
                                   Pero tu sangre,
                                   escarchada de azúcar
                                   cebolla y hambre.

                                   Una mujer morena
                                   resuelta en lunas
                                   se derrama hilo a hilo
                                   sobre la cuna.
                                   Ríete niño
                                   que te traigo la luna
                                   cuando es preciso.

                                   Tu risa me hace libre,
                                   me pone alas.
                                   Soledades me quita,
                                   cárcel me arranca.
                                   Boca que vuela,
                                   corazón que en tus labios
                                   relampaguea.

                                   Es tu risa la espada
                                   más victoriosa,
                                   vencedor de las flores
                                   y las alondras.
                                   Rival del sol.
                                   Porvenir de mis huesos
                                   y de mi amor.

                                   Desperté de ser niño:
                                   nunca despiertes.
                                   Triste llevo la boca:
                                   ríete siempre.
                                   Siempre en la cuna
                                   defendiendo la risa
                                   pluma por pluma.

                                   Al octavo mes ríes
                                   con cinco azahares.
                                   Con cinco diminutas
                                   ferocidades.
                                   Con cinco dientes
                                   como cinco jazmines
                                   adolescentes.

                                   Frontera de los besos
                                   serán mañana,
                                   cuando en la dentadura
                                   sientas un arma.
                                   Sientas un fuego
                                   correr dientes abajo
                                   buscando el centro.

                                   Vuela niño en la doble
                                   luna del pecho:
                                   él, triste de cebolla,
                                   tú satisfecho.
                                   No te derrumbes.
                                   No sepas lo que pasa
                                   ni lo que ocurre.




Una anciana

baja de un avión en el aeropuerto de Barajas. Es el 20 de noviembre de 1984. Tiene 80 años, de los cuales ha pasado los últimos 45 exiliada. Su salud es precaria, pero su mente lúcida. En 1988 la Asociación de Academias de la Lengua Española le otorga el Premio Cervantes, el máximo galardón de las letras españolas. Es la primera mujer que lo consigue. Está tan enferma que los reyes de España deben hacerle entrega del premio en su casa. Dos años después su nombre suena con fuerza para el premio Nóbel de literatura. Pero es tarde ya para todo.  

María Zambrano muere en febrero de 1991.

¿Es una historia triste? ¿Lo es de perdedores? No lo creo. Una cosa es destrozar a un hombre, y otra es que la poesía calle.

Cuando murió, seco por la pena, Antonio Machado, su hermano registró sus bolsillos. Había una nota, apenas un papelito, con un único verso:

“Estos días azules y este sol de la infancia”






Antonio Carrillo.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por el artículo, Antonio. Una historia triste y conmovedora, pero también hermosa. Me gusta como has construido el relato, como empiezas con la geografía y la arquitectura y conectas todos los elementos para llevarnos en un viaje.

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  2. Gracias Aisha. En realidad impresiona detenerte un momento junto al puente, en la actualidad, y pensar en lo que sucedió hace 80 años. De alguna manera, las piedras están impregnadas de esas y otras historias.
    Un saludo
    Antonio

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