jueves, 4 de junio de 2015

La piscina del diablo

 

Entre Zambia y Zimbabue, el agua se vuelve niebla y sonido.

Las aguas del río Zambeze se precipitan en una gigantesca caída de 1,7 kilómetros de ancho y más de 100 metros de alto. En los meses de crecida, más de 7.000 metros cúbicos de agua por segundo se arrojan al abismo.
Para que se hagan una idea: es como juntar dos cataratas del Niágara en un mismo lugar.
El agua que cae se pulveriza al instante con el choque brutal, y se eleva en forma de lluvia irreal. La neblina resultante impide ver la cascada, y se extiende creando un paisaje fantasmal de casi un kilómetro.
Este lugar de bruma y rugir de agua tiene un hermoso nombre:
Mosi-oa-Tunya.

Significa “el humo que truena”.
Sólo hay unas cataratas equivalentes en el planeta: las del río Iguazú, más bajas pero más anchas.

 

Sin embargo, quiero hablarles de un sitio muy peculiar: la piscina del diablo.
Entre los meses de septiembre y diciembre, el caudal de Mosi-oa-Tunya baja significativamente, y justo en el borde del abismo se forma una pequeña poza tras una barrera de rocas sobre la que cae una fina lámina de agua.
Justo detrás, se asoma una caída libre de 110 metros.  
Algunos turistas se atreven a la aventura de asomarse a este vértigo imposible que la naturaleza nos ofrece. Las imágenes parecen irreales, pero no hay truco alguno.

Los que viven esta experiencia afirman que es parecido a volar. A soñar que vuelan.
Ha habido muertos.
Basta una inesperada subida del nivel del agua para que la pequeña barrera resulte insuficiente. Para que la fuerza del agua te lance hacia una muerte segura.
Mosi-oa-Tunya “El humo que truena”. Un explorador inglés mancilló su nombre, y ahora todo el mundo las conoce como las “Cataratas Victoria”.
No para mí.
No para el agua que cae.

Ni para la niebla que grita su verdadero nombre.


Antonio Carrillo

1 comentario:

  1. ¡Es increible una piscina en el borde de unas cataratas!
    Guillermo

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